viernes, 9 de diciembre de 2011

Cuando llegar a casa era estar en tus brazos


Cuando llegar a casa era estar en tus brazos...
Era entonces cuando me sentía bien. No era especialmente feliz pero, cuando la sombra de la infelicidad o la tristeza acechaba, sabía que tenía alguien a mi lado en quien cobijarme, a quien aferrarme, con quien desahogarme. ¿Es eso malo?

Era cuando, aunque no estuvieras físicamente a mi lado, sentía que no estaba sola, notaba lleno el hueco que habita en mí (en todos nosotros) y un calor incierto me envolvía siempre aunque fuera invierno. Sentía tu presencia acompañándome, y la seguridad de que, cuando descolgase el teléfono, tu voz me reconfortaría, y si silbaba, tu piel me envolvería para ahuyentar la inseguridad, las dudas, el miedo. ¿Quizás eso es malo?
Era entonces cuando podía ir por la calle altiva como el gallo que es rey del gallinero, sabiendo que era dueña de algo grande y, a la vez, pertenecía a alguien. ¿En serio es malo?
Me sentía útil, necesitada y -a tu manera- amada. Me sentía como una niña emocionada reconstruyendo el rompecabezas de tu vida, y de la mía que, aunque juntas, discurrían paralelas (siempre deseé que fueran paralelas y discurrieran juntas). Me sentía maleable, y me gustaba que también tú me reconstruyeras cuando me rompía. Porque me rompía tantas veces... ¿Tan malo es?
Y ahora...
Ahora no tengo hogar al que ir a llorar. No tengo piel con la que abrigarme, y hace frío. No tengo manos que me acaricien y asusten las moscas del desasosiego. Soy especialmente infeliz porque no tengo nada de lo que sentirme orgullosa ni nadie que me anime a seguir. Mi hueco está tan vacío que duele y amenaza con devorarme. El brillo de mi mirada está ausente. La soledad es mi compañera fiel, es ella quien me completa, quien comparte conmigo noches de insomnio y sueños desolados. El latido ya no late emocionado por nada porque nada me hace ilusión. Mis dedos no tienen a quien amar, ni tienen piezas que colocar en ningún sitio. Mi yo está desmontado, despegado, desubicado porque sé que nadie me espera en casa ni al otro lado de la línea de teléfono. Porque sé que tu corazón ya no es mío y sin embargo...
Y sin embargo yo sigo sintiéndome dolorosa, inútil e infructuosamente tuya.
Eso es malo.

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